jueves, 12 de junio de 2014

¿Quién era el Che?

LA OTRA HISTORIA DEL CHE
O’DONNELL, P.; Che, Barcelona, Debolsillo, 2005.

JUAN PEDRO ROMERO BENÍTEZ
Historia de América
Universidad de Cádiz

            El presente escrito está centrado en la vida del argentino Ernesto Guevara de la Serna, atravesando las líneas de su “otra historia”, desde el punto de vista de las personas más allegadas a él y a su causa. Esa historia oral que muestra la realidad de este personaje histórico desde una perspectiva cercana a su forma de ser y a sus experiencias vitales, que han incidido tanto en el devenir de los nuevos tiempos  como en los espíritus más inquietos.
            Ernesto Guevara de la Serna nace en Rosario, el 14 de junio de 1928. Esta fecha es la oficial de la partida de nacimiento pero, según algunos indicios, se piensa que el parto se produjo un mes antes, y que falsearon el dato para ocultar la verdadera fecha del embarazo. Ya desde el nacimiento, sea o no por mera coincidencia del destino, el futuro Che nace rompiendo con las normas sociales y con lo que era políticamente correcto para la gran masa de la sociedad. El carácter y la personalidad ruda de Ernesto se fueron forjando desde muy pequeño, con la actitud poco protectora que ejercieron los padres sobre él, que pretendían que sus hijos cogieran confianza en ellos mismos, incluso a golpes y porrazos. Además, el asma lo acompañará como fiel compañero de viaje, creándole verdaderos episodios de crisis que lo torturaran durante toda su vida. Según su compañero de viaje y amigo, Alberto Granados, el Che siempre se caracterizó por despreciar el peligro y tener la necesidad de arriesgar más que nadie: “Era valiente, no suicida”.
            La familia de Ernesto era una familia de clase media de la sociedad argentina. Su padre era Ernesto Guevara Lynch, un hombre de negocios que tenía muchos altibajos económicos y cuyos negocios no eran del todo rentables, y su madre, Celia De la Serna, cuyos orígenes procedían de una ilustre familia española y cuyas rentas heredadas servirán muy a menudo para ir tirando frente a las desavenencias económicas que golpearán a la familia Guevara-De la Serna. Muchas de estas crisis económicas familiares se darán debido a que la familia llevaría una vida “trashumante” buscando el clima más propicio para el asma que padecía “Ernestito”. Sus vidas transcurrirán en diferentes lugares cercanos a Alta Gracia, Buenos Aires, Rosario, etc. Este nomadismo será uno de los rasgos que caracterizarán a Ernesto en un futuro y que lo llevarán a viajar por muchos lugares.
            A medida que Ernesto va creciendo y durante toda su vida lee de una manera intensiva y se impregnará de autores cuyos pensamientos envolverán su figura. Tales autores, propios de su romanticismo, como Neruda o Quiroga y filósofos como Albert Camus o Faulkner, entre otros. Algo muy curioso es su estrecha relación con las obras de Cervantes o de Quevedo, cuyas frases célebres incluirá en futuras cartas escritas a su familia cuando se encontraba en plena guerrilla tanto en Bolivia como en Cuba. En algunas de sus cartas se podía leer: “…otra vez me siento bajo mis talones el costillar de Rocinante, vuelvo al camino con mi adarga al brazo.” Era un empachado de la lectura porque tenía la capacidad de transformar lo negativo en positivo. Cuando Alberto Granados lo conoció llevaba un cuaderno donde ponía todo lo que había leído hasta entonces y las obras que le faltaban por leer. A este cuaderno lo llamaba “Diccionario Filosófico”[1].
            Sus amistades más cercanas cuentan que no era fácil ser amigo de Ernesto Guevara porque era muy crítico. Era una de esas personas a las que se les quiere o se les odia, no había término medio. Si algo no le gustaba o iba en contra de sus principios no dudaba en dar la cara y decirlo de frente. Esta rigurosidad la aplicará consigo mismo hasta tal punto de aplicarse muchas normas a su persona para ponerse en el lugar del trabajador sin derechos. Con esto quiero decir que incluso siendo Ministro de Industria de Cuba, era capaz de enfadarse cuando le ofrecían algo que se podía interpretar como un privilegio. Eran cosas privadas de las que él no alardeaba y que nadie sabía, solo su círculo más próximo. En el plano sexual se puede decir, viendo su vida, que era una persona muy enamoradiza. Era guapo y las mujeres lo buscaban más a él que a otras personas y, según sus amigos, Ernesto no era muy exigente en cuanto a la belleza; “entre una fea fácil y una bonita menos fácil, iba por el camino más corto”.
            El deseo de viajar fue lo que lo unió a Alberto Granados en su primer viaje por Latinoamérica. Hicieron un pacto entre los dos; tratarían de llegar hasta Caracas, pero a los amigos y parientes, si no cumplían el objetivo, les dirían que su meta era Chile, para evitar así risas entre los familiares. Es algo curioso; salieron desde Córdoba el 29 de de diciembre de 1951 y como curiosidad decir que eligieron esta fecha para evitar el día 28, para que la gente no creyera que era una broma del día de los Inocentes. En el momento de partida, Alberto Granados era el capitán, por ser el mayor, apodado por Ernesto “Mial”, de mi Alberto, y Guevara era “Fuser”, de Furibundo de la Serna, apodo que se ganó en sus buenos partidos de rugby. Durante ese majestuoso viaje a lomos de una moto llamada La Poderosa II[2], Alberto se fue dando cuenta que "Ernestito" se estaba volviendo Ernesto Guevara y que sus rasgos lo convertirían en el futuro Che.
            La andadura por Latinoamérica deparará al Che experiencias que forjarán su personalidad. El y su compañero iban de un sitio a otro con poco dinero, “comiendo de vez en cuando, cada vez que un alma caritativa se apiadaba de nuestra indigencia”. Uno de los episodios que lo marcará será la visita a la mina chilena de Chuquicamata porque será una experiencia decisiva para su concienciación política. Una de sus frases sobre la fuerza de trabajo imperante en estos lugares será: “Gringos imbéciles, pierden millones de pesos por un día en una huelga para negarle unos centavos a un pobre obrero”. Luego seguiría el camino hacia Bolivia donde tuvo un gran contacto con la miseria de los pueblos indígenas y las insalubridades de una raza “derrotada” el capitalismo. Su odio hacia el imperialismo y Estados Unidos aumentaba conforme iba viendo las injusticias que encontraba a su paso. Había comenzado a sentirse hermano de las razas conquistadas por el capitalismo y había buscado al culpable. Así, viendo la situación Latinoamericana y comparándola con la Argentina de Perón, veía al peronismo bajo una perspectiva más favorable que cuando emprendió el viaje. Nadie imaginaba en aquel momento que Ernesto Guevara iniciaría en ese viaje un camino que marcaría al mundo entero y que encontraría su fin, casualmente o no, en las penurias bolivianas.
            En plena guerrilla de liberación, en Sierra Maestra, el ya Comandante Che Guevara era un hombre muy cuidadoso y su condición de jefe tampoco le permitía darse ningún privilegio. Todos querían agradecer al argentino su implicación en la causa cubana a base de comidas diferentes a la de su regimiento, algo que el Che nunca permitiría y se enojaría por ello: “Idiota, cuando todos los soldados alcancen un pan, entonces tú le traes un pan al comandante”[3]. En una ocasión compró un caballo a un hacendado de la zona, creyendo el hacendado que lo utilizaría para montar en él y, en vez de eso, lo sacrificó y ese día todo el regimiento comió carne, ya que la carne para ellos era cuestión de vida o muerte, debido a la situación tan precaria que vivían. Tampoco descuidó nunca la formación de sus hombres, ya que quería formar mentes que sirvieran a Cuba una vez terminara la Revolución. Estimuló el estudio en sus hombres, que eran casi todos analfabetos. De ello da testimonio, según nuestro autor, un excombatiente apodado “Dive” que hablaba de que el Che les dio clases particulares para que aprendieran a leer y a escribir y poder desempeñar mejores funciones para la liberación cubana. Aquí vemos el espíritu del Che; para él no era suficiente la responsabilidad que tenía con la guerrilla sino que era de gran importancia que sus hombres estuvieran formados.
            Para el Che lo primero, indiscutiblemente, era la revolución. Vivía para ella. De hecho terminó muriendo por ella, con una causa que en teoría no era la suya, pero su causa era la causa de la condición humana, de los derechos. Siempre estuvo claro que para él el objetivo final era la revolución en América y por ello su presencia en Cuba fue solamente temporal. Cuando fue a África lo hizo porque consideraba que en ese momento el Congo era el eslabón más débil del imperialismo. A la causa revolucionaria entregó finalmente su vida y su revolución era una revolución “de frente”, a la cara de los americanos y nunca dándoles la espalda, sino plantándoles casta y valor. Según palabras de “Urbano”[4], el Che tenía tres virtudes esenciales en un jefe guerrillero: estrategia, valentía e inteligencia. Otra de sus características era sus condiciones humanas, hasta tal punto de compartir medicinas con algún preso adversario o mandar que curaran antes a un enemigo que a él. En una ocasión la mujer del Che, Aleida, ya terminada la Revolución, le pide a uno de los excombatientes amigo del Che que les deje algún dinero para quedarse en una pensión porque el Comandante no quería decirlo por vergüenza. En ese momento el amigo del Che (Eliseo) no duda un instante y paga una noche en un hotel a la pareja. Lo curioso de todo esto es que en ese momento el Che es Presidente del Banco Nacional y no tenía dinero ni para pagar el hotel ni comida ni nada.
            Mucho se ha escrito y especulado del final del Che. Hay muchas versiones difusas y con informaciones erróneas y un secretismo que perdura aún en las conciencias de hoy en día. En este presente escrito nos vamos a referir a las conclusiones llevadas a cabo por el biógrafo Pacho O’Donnell, cuyo padre fue médico del Che en la infancia y cuyo entusiasmo por su figura lo ha llevado a investigar en los rincones más inhóspitos que podamos imaginar. A continuación se enumerarán algunas de esas historias relatadas, esa “otra historia” morbosa y que resulta interesante:
            En Bolivia, abandonado, asmático y sin medicamentos, exhausto, hambriento y sediento, el Comandante desfilaba hacia su propio calvario. En octubre de 1967 diecisiete combatientes de la guerrilla bolivariana estarán atrapados en una zanja, durante cuatro días sin moverse, viendo pasar a efectivos del Ejército Boliviano por delante de ellos. Cuando tenían cercados a los insurrectos dio orden de disparar y en un fuego cruzado alcanzaron al Che en la pantorrilla, otra de las ráfagas le dio en la boina y la atravesó. En ese momento el Che pidió por su vida: “no disparen, soy el Che Guevara y les soy más útil vivo que muerto”[5].
            Una anécdota curiosa fue cuando, una vez capturado y arrestado, Gary Prado le ofrece un cigarrillo rubio marca Pacific y el Che lo rechaza porque prefiere un tabaco más fuerte; entonces uno de los soldados le da un Astoria, tabaco negro.
            Otra de las anécdotas de Gary Prado, en una de sus conversaciones con “su prisionero”, es que a Ernesto le habían robado dos relojes Rolex, algún soldado de los rangers. Una vez muerto el Che quedaron en poder del capitán boliviano y según él: “no sé dónde han ido a parar”. Pero algunas versiones dicen que uno de ellos lo regaló a uno de sus superiores.
            El mayor Ayoroa, un militar que registrará al Che una vez capturado, contará que en uno de sus registros mandó al Comandante que se pusiera de pié para palparlo y encontró en uno de sus bolsillos un huevo duro. Seguramente la única comida de aquel fatídico día del 8 de octubre, cuando fue apresado. Seguidamente Guevara es despojado de sus pertenencias: su diario de campaña, libros de historia y geografía bolivianas, mapas de la zona hechos por él, documentación personal, una pistola alemana calibre 9mm con cargador, una daga Solingen, dos pipas (una de fabricación casera), una cartera con dinero que portaba dos mil quinientos dólares y veinte mil pesos bolivianos, que según algunos testimonios, serán repartidos entre los oficiales.
            La noche antes de su muerte el Che recibirá buenos y malos tratos. Algunos militares lo convidaran a cigarros y otros, bajos los efectos del alcohol, victoriosos por su apresamiento, lo tratarán a culatazos con sus fusiles. Esa misma noche del 8 de octubre el presidente de Bolivia, Barrientos, convoca una reunión militar de gran nivel. Concluida la reunión envía la instrucción cifrada a La Higuera a través del Coronel Zenteno, que era quien tenía la capacidad de decidir quién iba a disparar al Che, aunque la orden no era obligada y la acción sería para el que se presentase voluntario. Había que hacerlo. A las 7 de la mañana llegará Zenteno a La Higuera acompañado de un agente de la CIA[6] con nombre falso: Capitán Ramos, aunque en realidad este agente se llama Félix Rodríguez.
            Suena el teléfono en la centralita improvisada de La Higuera y dan la trágica orden con la clave <<500-600>>. <<500>> significa Comandante Che Guevara y <<600>> significa ejecutar. En la ejecución del Che todos los militares se ofrecen a llevar a cabo. El Coronel Zenteno elige, al azar, pues no conoce a nadie, al sargento Terán[7]. El Che dirá a su verdugo: “Dispara cobarde, vas a matar a un hombre”. Lo que nos hace pensar que lo que quiere decir es que va a matar a un valiente.
Informe de la autopsia realizada por el ejército boliviano[8]
EDAD:                                                    aproximadamente 40 años.
RAZA:                                                    blanca.
ESTATURA:                                           1,73 cm aproximadamente.
CABELLO:                                             castaño, ondulado, bigotes y barba igualmente
                                                               ondulados, cejas pobladas.
NARIZ:                                                   recta.
LABIOS:                                                 delgados, boca entreabierta con manchas de
                                                                nicotina, falta del premolar inferior izquierdo.
OJOS:                                                      ligeramente azules.
CONSTITUCIÓN:                                   regular. Extremidades: pies y manos bien con-
                                                               servados, con una cicatriz que cubre casi todo
                                                               el dorso de la mano izquierda. Al examen ge-
                                                               neral presenta las lesiones siguientes:

1. Herida de bala en la región de la clavícula izquierda, con salida en la región    escapular del mismo lado.
2. Herida de bala en la región de la clavícula derecha, con fractura de ésta, sin salida.
3. Herida de bala en la región costal derecha, sin salida.
4. Dos heridas de bala en la región costal lateral izquierda, con salidas en la región dorsal.
5. Herida de bala en la región pectoral izquierda entre la novena y la decima costilla, con salida en la región lateral del mismo lado.
6. Herida de bala en el tercio medio de la pierna derecha.
7. Herida de bala en el tercio medio del muslo izquierdo en el sedal.
8. Herida de bala en el tercio inferior del antebrazo derecho, con fractura de cúbito.
            La muerte fue causada por las heridas del tórax y por la hemorragia subsiguiente.
            Anexo del comunicado:
            La comisión de técnicos destacados por el gobierno argentino, a petición del gobierno boliviano, para confirmar por las huellas digitales la identificación de los restos de Ernesto Guevara de la Serna, atestiguará que efectivamente se trata de él.
            Firman los doctores Moisés Abraham y José Martínez Osso.

            El cadáver de Guevara se expuso en la lavandería del hospital de Nuestra Señora de Malta en Vallegrande y fue sometido a una limpieza y a corte de pelo y acicalamiento general para que los periodistas internacionales observaran bien la imagen del Che y la “heroica” captura que había hecho el ejército boliviano. Su expresión de muerto que mira al infinito quedó inmortalizada por el fotógrafo Fredi Alborta[9].
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            Del mito del Che, de su personalidad llevada a máxima exponente de rebeldía e inconformismo, también se ha escrito mucho. Pero no cabe duda que la fotografía que más ha calado en todas las sociedades actuales y, sobre todo, en los jóvenes es la hecha por Korda, que incluso fue fotógrafo oficial del gobierno cubano. El día que Korda hizo esa magnífica foto trabajaba con una cámara Leica con una lente de 90mm. Fue una foto de improviso, en un acto oficial del gobierno cubano y el Che se adelantó a una baranda mirando a la muchedumbre. En ese justo instante Korda disparó una primera vez en horizontal y otra vez verticalmente. Fueron pocos segundos. Según su propio testimonio ese día ningún fotógrafo pudo hacer una sola foto al Che. Cuando llevó la foto al periódico, casualidades de la vida, no interesaba para su publicación y Korda hizo unas copias y las guardó durante años.

            Un día cualquiera invitó a un editor italiano a su casa llamado Giangiacomo Feltrinelli. Este señor vio la foto del Che y le gusto mucho, tenía gran olfato periodístico. Korda se las regaló. Tres o cuatro meses después de esa visita el Che es capturado y asesinado en Bolivia y Feltrinelli aprovecha esta situación para imprimir un poster grande que se vende a un ritmo frenético. Años después en una entrevista a Korda dirá: “Esa imagen comenzó a difundirse en todo el mundo hasta ser la foto más reproducida en la Historia de la Humanidad. Yo jamás cobré una regalía por ello”.
            La intención de este escrito es acercar la figura del Che a los que no tienen mucho conocimiento de ello, pero desde un punto de vista humano, contrario a los concomimientos políticos y estratégicos que aportan otros documentos sobre su imagen. Algo de lo que hay escrito mucho y de lo que cada uno hace una interpretación positiva o negativa, tendente a encasillar su figura dentro de las políticas anti-imperialistas o incluso a veces un poco cercanas a ellas. Ese no es nuestro tema.
            Existen muchos relatos falsos que llevan la figura del Comandante a la de deidad y otros relatos que lo llevan a lo más cruel y feroz  del sentimiento humano. Eduardo Galeano, el literato uruguayo, escribirá una vez[10]:
            ¿Por qué será que el Che tiene esa peligrosa costumbre de seguir naciendo? ¿No será que por eso sigue siendo tan extraordinario, en un mundo donde las palabras y los hechos muy rara vez se encuentran, y cuando se encuentran no se saludan, porque no se reconocen?
            La imagen del Che ha recorrido todo los rincones del mundo. Es una imagen que muchos jóvenes llevan grabada en sus camisetas, en sus pegatinas de los libros de estudio o en estampas. Si preguntas a muchos de ellos te dirán dos o tres rasgos característicos de la causa del Che, otros muchos no dirán nada. Casi todos sabemos que el Che está ligado a la revolución, pero ¿Qué revolución? Cada persona lleva esta imagen hasta el lugar donde quiere ejercer algún tipo de rebeldía, ya sea moral o física, pero, ¿En realidad  todos saben algo sobre este peculiar personaje histórico? Hay que contestar aún a muchas preguntas. A través de estas páginas podemos resolver un poco las dudas sobre la mitificación del Che, que muchas veces no se ajusta a la realidad. El Che, como gran guerrillero, apoyaba una causa a base de violencia y derramamiento de sangre. Una causa que se justificaba con un corazón inquieto y con sus ideales de “patria o muerte”, pero que en algunos sectores de la sociedad ha calado de forma negativa y quedan vestigios de los males de la Revolución que “Fuser” llevó a cabo. Sin duda alguna este corazón incansable, indomable y asmático es un ejemplo de superación, del que todos podemos coger lo que mejor se asemeje a nuestro ideal de revolucionario.


                                                 “Se paga muy caro el ser inmortal. Tiene uno que morir en vida muchas veces”
                        
                                                                                                    Nietzsche




[1] O’DONNELL, P.; Che, Barcelona, Debolsillo, 2005. pp. 51-55. Entrevista realizada por el colaborador de Pacho O’Donnell, Coco López, en La Habana a Alberto Granados, en mayo de 1997.
[2] Era una moto de 500cc., propiedad de Alberto Granados, que anteriormente había tenido una llamada Poderosa, de ahí su nombre. La tuvieron que “jubilar” en una población llamada Cullipull, en Chile, y seguir su viaje a dedo o andando.
[3] O’DONNELL, P.; Che, Barcelona, Debolsillo, 2005. pp. 154-162. Entrevista realizada por el autor al cubano Mariano Rodríguez Herrera, investigador de la campaña del comandante en Sierra Maestra. México D.F., en mayo de 2002.
[4] Leonardo Tamayo, alias Urbano, subjefe del pelotón suicida en el ataque a Las Villas y uno de los tres supervivientes cubanos de la guerrilla del Che en Bolivia.
[5] Testimonio de Gary Prado, capitán de los Rangers bolivianos en 1967. Entrevistado por Pacho O’Donnell en México D.F., en mayo de 2002. Actualmente es General retirado y embajador ha sido embajador de su país.
[6] El informe secreto de la CIA lleva la identificación en español “Inspector General-15 2015”.
[7] El sargento Mario Terán dará el único testimonio de los hechos de la muerte del Che a Antonio Arguedas, Ministro del Interior boliviano por entonces. Su relato textual fue el siguiente, según cuenta Arguedas: “Cuando llegué al aula el Che estaba sentado en un banco. Al verme me dijo: -Usted ha venido a matarme. […] Yo no me atrevía a disparar. En esos momentos vi al Che grande, muy grande, enorme.   - ¡Serénese y apunte bien! […] Recobré el ánimo y disparé la segunda ráfaga que le alcanzó en un brazo, en un hombro y en el corazón. Ya estaba muerto.
[8] O’DONNELL, P.; Che, Barcelona, Debolsillo, 2005. p. 536-537.
[9] Boliviano de nacimiento y famoso por la foto que realizó al Che en la lavandería del hospital Nuestra Señora de Malta. Además abordó temas de paisaje andino y del mundo del cine.
[10] O’DONNELL, P.; Che, Barcelona, Debolsillo, 2005. p. 543.